Recomendaciones para hablar con los niños de la muerte
¿Por qué los padres de familia suelen ocultar emociones a los menores? Por ejemplo, hay mamás y papás que disimulan la aflicción frente a sus hijos, causada por la muerte de un ser amado.
El niño es un ser integral, nosotros los adultos a veces los desfragmentamos, pensamos en que no hay que demostrarle que estamos tristes. Es necesario entender que es un ser con un aparato psicoemocional activado desde que nació. El menor hace parte de un núcleo familiar, por lo que es normal que le afecte lo que le afecta a su entorno.
Póngame en contexto, ¿habla de los niños de determinada edad?
Es importante tener en cuenta su edad, en bebés de cero a tres años, no van a tener conciencia plena de lo que pasa en el mundo que lo rodea, pero sí hay algo, que es la permeabilidad. Las emociones de los adultos se contagian. Si es su mamá la que fallece, ya no lo lactan; si pierden a su abuelita, que era la que los cuidaba, imagina el efecto del desapego. La recomendación es estar muy atento a sus reacciones somáticas y biológicas.
¿Qué hay de los de más de tres años?
Ya de los tres a los cinco puede ser más consciente de que se suspenden las funciones vitales, que la muerte es irreversible. También puede hacerse una idea de la universalidad de que todos los seres somos mortales. Para explicarles, podemos trabajar comparaciones, darle el derecho a que nos expresen su emocionalidad, podemos darles una mano para comprender la muerte con ejemplos que incluyan animales y las flores.
Supongo que puede ser menos complejo explicar la muerte y su dolor a los menores que se acercan a la pubertad.
De seis a diez años son prepuber. En este lapso puede haber emociones relacionadas con la pérdida, y es ahí, en esta edad, donde es crucial comprender la muerte a través de lo irreversible y lo universal. La muerte es un paso a otro estado, en el que perdemos a la persona, pero no su legado. Podemos darles ejemplos asociados, que incluyan la expresión de emociones.
¿Pueden sentir culpa por esa muerte?
Para eso está la conversación, en la que haya derecho a procesar la perdida. Lo que puede suceder cuando al niño no se le permite expresarse son depresiones o algún tipo de malestar psicológico. En la adolescencia, tenemos más abundancia de léxico, sin embargo, está entrando la crisis de identidad y desarrollo. En esta etapa el duelo es un golpe muy duro para el ciclo vital.
¿Cómo debería ser su acercamiento a rituales como el funeral y el entierro?
Los niños deben entender que la muerte es parte de la vida. Los papás debemos dejar que se relaciones con esos espacios. Expresiones como «él ya es un ángel» son valiosas porque enseñan a relacionarse con la muerte desde un ámbito cultural. La recomendación es evitar cuentos de miedo, que no favorecen la empatía. Necesitamos una relación en la que podamos hacer preguntas sobre las emociones. Si es una familia en la que es difícil comunicarse, mi recomendación es buscar a un terapeuta especializado en niños.
Parece fácil lo que dice, pero al final nadie está preparado para la muerte de un ser querido.
La muerte te deja aturdido, sobre todo si es accidental. Primero es el impacto, luego viene la asimilación y, por último, la renovación. En la asimilación, se le debe permitir a la persona estar triste, pero no dejarla aislar del todo. Si uno es la mamá, se le puede decir al hijo «quiero estar sola un rato», «necesito ir a caminar», porque es natural demostrar que los adultos necesitamos procesar las emociones. Ojo, si la persona está perpetuando el aislamiento, al cual tiene derecho, puede estar sufriendo una depresión y producir cambios negativos en el círculo familiar.
¿En qué momento la tristeza es patológica?
En los niños se presenta deterioro de sus actividades diarias y en sus habilidades emocionales. La agresividad, el mutismo y la tristeza son síntomas relevantes. En los adultos, se presentan altos niveles de ansiedad y depresiones inmediatas o posteriores. También pueden haber desordenes alimenticios, en el sueño y en el rendimiento académico y laboral.
Tomado de: El Espectador