Perdonar para vivir
Perdonar es dejar de juzgar, de tener reclamos hacia mí y hacia los demás, dejar el pasado y el futuro y comprometerme con el presente, cero expectativas, cero apegos, solo fluir en armonía. De esto se trata el perdón, de adquirir la tranquilidad del alma, que tanto predicaban los antiguos griegos: la paz interior. Es lograr el bienestar de la persona que lo práctica más allá del bien que se le pueda proveer a quien se le otorga.
¿Por qué nos cuesta tanto perdonar?
Porque el error lo cometió alguien en quien confiamos, o con quien teníamos una cercanía emocional significativa, confiábamos en aquella persona que nos hirió. Esperábamos de ella cierta lealtad, reciprocidad a nuestro afecto y respeto; deseamos entonces dejar de querer a quien nos hirió para que no lo vuelva a hacer.
Perdonar con frecuencia resulta difícil especialmente cuando depende de la gravedad de la ofensa. Hay hechos que son tan dolorosos que las personas que los sufren se sienten incapaces de superarlo, y por ende de perdonar a quien le hizo sentir tal dolor.Este dolor con frecuencia es rumiado constantemente, haciendo que la víctima lo padezca una y otra vez en su mente, reproduciendo las emociones previamente experimentadas. Esto es lo que llamamos Resentimiento.
El Resentimiento nos hace sentir con el derecho a estar enfadados, incluso a buscar algún tipo de castigo o venganza hacia quienes nos dañaron. Esta especie de revancha creemos que nos hará sentir mejor, pero la mayor parte de las veces no es así, incluso podría darse el efecto contrario.