Tips para controlar tu «Hambre emocional»
Aprenda cómo identificar la sensación de hambre injustificada y a aplicar algunas recomendaciones.
La sensación de hambre injustificada tiene fuertes orígenes en la emociones no tramitadas con conciencia. El hambre fisiológica no siempre concuerda con el hambre emocional, aunque puedan confundirse. Los desbalances emocionales pueden derivar en ansiedad y provocar conductas irracionales frente a la comida.
A veces nos descubrimos tomando de la alacena una galleta, una dona o un paquete de papas que en realidad no deseamos por hambre sino por distracción, para apaciguar una sensación de desazón que parece no quitarse con nada.
A este escenario de hambriento vacío se le conoce como hambre emocional, y se agudiza por las emociones no procesadas o gestionadas que se acumulan en nuestro cuerpo.
“Es un síntoma de ansiedad que activa el comer, no relacionado con el hambre genuina sino con los problemas personales, el estrés, el miedo y la depresión”, explica Diana Rojas, una nutricionista y dietista colombiana especialista en nutrición funcional.
Como somos una máquina biológica en sutil equilibrio, todo lo que sentimos, y que obviamos por pereza o porque no sabemos qué hacer frente a eso, termina manifestándose en actitudes irracionales que lastiman nuestro bienestar, como ganas de comer permanentemente o de acabar con la alacena entera de una sola sentada.
“Generalmente esto deriva en el consumo de alimentos más calóricos que son los que, a su vez, activan más la insulina y generan que se esté dando una ingesta constante que no siempre tienen calidad nutricional”, afirma la especialista.
Es un síntoma de ansiedad que activa el comer, no relacionado con el hambre genuina sino con los problemas personales, el estrés y la depresión. Genera una pérdida de control
El hambre emocional, por lo general, no busca ser saciada con frutas, vegetales y una alimentación balanceada. De hecho, esta conducta genera en las personas una tendencia a buscar alimentos altos en grasas saturadas, azúcares refinados y carbohidratos, pues estos provocan mayor excitación sensitiva y disparan la serotonina en el cerebro, incrementando así la sensación de bienestar.
Es un hambre que consume sin justa causa y para personas con depresión o ansiedad puede derivar en una alteración de los neurotrasmisores. Según Rojas, una persona deprimida “recurre al alimento como un bálsamo y esto hace que no tenga una sensación de saciedad normal y que busque estar comiendo alimentos, la mayoría de veces dulces, para tratar de contrarrestar”.
Algunos psicólogos relacionados con el tema sugieren que el hambre emocional es una respuesta al malestar emocional en el que no nos detenemos a examinar qué es lo que nos afecta, sino que lo enterramos comiendo. Lo sugerido en este punto es ponerles freno consciente a los deseos de comer o regularlos, se trata de autoexaminarnos o indagar con ayuda profesional qué nos está pasando para buscar un tratamiento especializado, si es necesario.
Nutricionalmente, es vital reducir la ingesta de azúcar y de paquetes ultraprocesados que ofrecen la ilusión de comida rápida y porciones pequeñas, pero que alteran el ritmo metabólico.
“El intestino es como un segundo cerebro, si yo lo lleno con alimentos que pasan muy rápido en la digestión, este va a mandar señales más rápido al cerebro que promueven la sensación de hambre, así se genera un factor de no control en las porciones de los alimentos”, precisa la nutricionista.
La autoconsciencia es una buena actividad para hacerle frente al hambre emocional. Uno de los mejores recursos es distraer la mente con actividades sencillas cuando la sensación de hambre injustificada llegue: dibujar, llamar a un amigo o concentrarse unos minutos en algún oficio doméstico.
Por lo general, dice Rojas, quienes sufren de hambre emocional son personas sedentarias. La actividad física es un buen aliado para enfrentarla. Ahora que el aislamiento nos obliga a estar en casa podemos seguir rutinas de ejercicio en el interior que involucren cuarenta minutos de cardio al día, con el fin de liberar la ansiedad y aumentar así la producción de endorfinas.
Otro punto importante es la planeación consciente de los alimentos y porciones. La nutricionista Ruiz recomienda aumentar la ingesta de proteínas y alimentos altos en fibra, los cuales desencadenan un efecto saciante.
Tener una actitud tranquila frente a la vida y practicar el mindfulness, o conciencia plena, puede aportar a nuestra calidad de vida y a hacer los días más plenos. Es una manera inteligente de regular la ansiedad y, con ella, el hambre emocional.
También ayuda consumir abundante agua, pura o mezclada con limón o frutas refrescantes. Esta, por ejemplo, es una opción deliciosa que entretiene la sensación de hambre. Además, siempre se pueden tomar infusiones, sin cafeína ni teína, para calmar la ansiedad y apaciguar el apetito.
Pero, ante todo este panorama de recomendaciones, probablemente el mejor método para abordar el hambre emocional es el trabajo personal y terapéutico para conocer mejor nuestro malestar emocional, saber su origen, aprender a controlarlo y/o tolerarlo
Tomado de: El Tiempo